Gracias a una amiga traductora, la barrera del idioma no fue
obstáculo para que Solstad se mostrara cercano, sencillo y encantador en este encuentro
donde hablamos de su obra, y se interesó por algunos aspectos de mi humilde
novela Hábito blanco. Cuando finalizábamos, el escritor soltó
un par de frases en español. Sabía la reacción de sorpresa que conllevaba.
Entonces me dijo que había estado viviendo por dos veces en Méjico: la primera, seis meses en los años ochenta; la otra, dos meses cuando se celebraron los mundiales de fútbol.
Esta segunda vez sabía que en su misma calle residía García Márquez, y se puso a buscar en la guía telefónica por la palabra “G” y no por la “M” como
hubiera hecho cualquier noruego… Solstad esbozó una sonrisa con ese recuerdo y nos despedimos.
El autor de Pudor y
dignidad explicó su obra a un
periodista de El País de la siguiente manera: “Los setenta es
la época de los relatos y las novelas experimentales. Buscaba una nueva manera de
escribir, quería experimentar como hacía l’avant-garde. Después, en los
ochenta vino una época más política con novelas como Intento de descifrar lo
impenetrable y Roman 1987, que recibió el premio del Consejo
Nórdico. El período de los noventa es el que llamo el de las novelas
reflexivas, o el de las novelas breves como Pudor y dignidad, T.
Singer o La noche del profesor Andersens. Y ahora son los libros del
tiempo extra. Siento que ya he dicho todo lo que quería, pero como aún estoy
vivo, sigo escribiendo. Pero de otra manera. Ahora estoy más liberado, porque
siento que ya he cumplido con mi deber como escritor. Eso no quiere decir que
no ponga todo mi empeño en que sean muy buenas.”