Hoy se cumplen tres años de la presentación de mi primera novela, “Hábito blanco”. Por entonces, pensaba que muy pronto plantaría el árbol, pues los dos acontecimientos más difíciles, según el dicho, los había superado y podría morir en paz. Pero no fue así. A pesar de que los veranos de mi niñez los disfruté en el campo, ahora soy una mujer de asfalto. También es verdad que no puse mucho empeño; un gravísimo problema de salud me dejó fuera de combate más de año y medio… Ya no espero poder hacerlo. Acabaré plantando perejil en una maceta y quizás, si lo riego de imaginación, será un hermosísimo ejemplar de tronco robusto.
Afortunadamente, siempre hay un “pero” al que agarrarse. Y el hecho de escribirle un libro a ese árbol nonato, dio lugar al nacimiento de “Narlimcitri”. Una preciosa ciudad de casas blancas circulares con techos naranjas, torreones amarillos y prados verdes donde se desarrolla la vida de una sociedad feliz, en apariencia. La escritura de esta segunda novela me satisfizo de tal manera que la dedicatoria está más que justificada.